En su esencia básica, la procrastinación es atrasar lo evidente, lo necesario y lo correcto. La procrastinación es un obstáculo común que muchos enfrentamos, especialmente cuando se trata de proyectos creativos y tareas que nos desafían a salir de nuestra zona de confort. Sin embargo, la creatividad profética trae consigo la urgencia de actuar para dar cumplimiento a un propósito divino.
Jonás sabía que debía ir a la ciudad de Ninive, capital de los asirios, y entregar un llamado a la transformación social de aquella ciudad, sin embargo, decidió que era el momento para embarcarse en la dirección opuesta. Luego de una noche tempestuosa, un linchamiento a lo Jack Sparrow y tres días en el interior de algún pez gigante, Jonás es vomitado en la costa con un olor nuevo, una gran lección y listo para realizar la tarea relegada, resultando en la transformación de la ciudad de Nínive.
Ya sea por prejuicios o por miedo, procrastinación, en ocasiones puede ser una forma de resistencia a la voz de Dios y a la acción profética que se nos ha encomendado. Es fácil quedar atrapado en el miedo al fracaso, la duda de nuestras habilidades o la comodidad de la inacción. Sin embargo, Dios nos llama a ser valientes y a confiar en su guía y provisión para la misión que nos fue asignada. Como dijo el apóstol Pablo en Efesios 2:10, “somos creación de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica”.
Sea miedo o rebeldía, lo cierto es la procrastinación solo atrasa nuestro propio crecimiento, porque el propósito de Dios no depende de nuestra acción. Más bien, hemos sido invitados a concrear con el para la restauración de nuestro mundo, solo basta con dejar de procrastinar su llamado.