En las historias épicas, los héroes a menudo se cruzan con ese sabio, de forma extraña, y en ocaciones de manera única, que le proporciona lo necesario para llegar hacia su destino. Este personaje episódico tiene la responsabilidad de ajustar la trama en la vida del héroe, y proporciona fuerza al clímax de la historia.
El niño que le enseña a Neo Sobre la percepción de la realidad en el Matrix doblando una cuchara, el caballero del Santo grial en la última cruzada de Indiana Jones, el apóstol Pablo en la vida de Onésimo, o incluso el cirineo en medio del camino en la vía dolorosa de Jesus. Al igual que las historias, nuestra historia Posiblemente ha tenido varios personajes episódicos que nos han ayudado a continuar el camino hacia nuestro destino. Pero, ¿qué tal cuando nosotros somos ese personaje episódico para alguien más?
Estamos muy acostumbrados a vernos como el héroe de nuestra propia película. Ese personaje central que lucha contra el mundo para poder cumplir su misión de ser feliz y realizarse. Muchos nos esmeramos en ejecutar nuestro papel heroico de manera que merezca todos los premios. Rara vez encuentro personas que con el mismo ímpetu identifican cuando ellos son el personaje episódico en la historia de otro héroe, y lo abrazan con la misma fuerza con la que otros abrazan su propio papel de héroe.
En su discurso, Jesús nos llamó ejecutar el papel de personaje principal en nuestra propia vida de la mejor manera, y al mismo tiempo esmerarnos por ser el mejor personaje episódico en la vida de otros, mostrándonos que en ocasiones hay más gloria en ello que buscar ser el mejor héroe del mundo.