Jesús es el embodiment de la creatividad profética porque, en Él, lo profético se hizo realidad tangible. “El Cristo” fue el cumplimiento de lo que existía en la mente de Dios desde la eternidad: Su plan de redención para la humanidad. La encarnación de Jesús no fue solo un hecho histórico, sino la manifestación perfecta de lo espiritual (la voluntad y el corazón de Dios) en lo natural (un hombre en la tierra). Cada una de las enseñanzas y milagros de Jesús revelaban esa realidad del Reino de Dios, ajustando las circunstancias naturales a lo que ya existía en el ámbito espiritual.
Jesús vivió como un hombre, pero con todo el poder y la esencia de Dios en Su interior. En sus treinta y tantos años, mostró cómo lo espiritual puede transformar lo natural. Curaba enfermos, levantaba muertos, y proclamaba una nueva realidad del Reino que estaba a punto de manifestarse. En cada acto, Jesús alineaba el caos de lo natural con el orden divino. Este es el ejemplo supremo de creatividad profética: ser cocreadores con Dios, trayendo lo que está en Su mente a la realidad aquí en la tierra. Nosotros, como seguidores de Jesús, somos llamados a hacer lo mismo en nuestro entorno.