Al llegar a Jerusalén, Nehemías encontró apatía, desinterés y oposición entre los habitantes de la ciudad destruida. Cada detractor tenía una razón: algunos estaban desanimados y compartían su desánimo con otros, otros se sentían amenazados en sus intereses, y otros simplemente eran perezosos. Cada uno estaba atrapado en su propia situación y respondía a sus propios intereses.
Cuando entiendes que tienes una misión divina, comprendes lo que dijo el apóstol Pablo acerca de nuestra lucha contra principados y potestades. No se trata solo de enfrentarse a personas o situaciones, sino de una batalla más profunda. Este entendimiento te fortalece y te da claridad en tu propósito. Si sientes un llamado a hacer algo por tu comunidad o ciudad, recuerda que tu misión es respaldada por Dios. La oposición y los desafíos son inevitables, pero no estás solo. Dios proveerá los recursos, las conexiones y la fortaleza necesaria para cumplir tu misión. Como Nehemías, sigue adelante con determinación y fe, sabiendo que estás participando en una obra que tiene un impacto eterno.