La creatividad es un rasgo humano que tiene su origen en lo divino, ya que fuimos creados a la imagen de Dios, el Creador supremo. En Génesis 1:27, se nos dice que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza, dotándonos con una parte de Su naturaleza creativa. Esto significa que, al igual que Dios creó el universo y todo lo que hay en él, nosotros también poseemos la capacidad de imaginar, innovar y traer nuevas ideas y conceptos a la realidad.
Esta creatividad divina no es solo una habilidad artística; es una manifestación del carácter de Dios en nuestras vidas. Nos permite ver más allá de lo visible, concebir soluciones a problemas complejos y crear cosas que reflejan la belleza y el orden del Creador. Sin embargo, con la caída del hombre, esta creatividad se distorsionó, a menudo dirigida hacia fines egoístas o destructivos. Pero a través de la redención en Cristo, nuestra creatividad puede ser restaurada a su propósito original: glorificar a Dios y contribuir ala restauración del mundo.
Por tanto, cuando ejercemos nuestra creatividad de manera alineada con los propósitos de Dios, estamos participando en su obra de restauración y renovación del mundo como co creadores con el.