Parte 2 de 3
Ser embajadores del Reino no es solo un título espiritual; es una responsabilidad integral. Un embajador representa a su Reino en cada acción, decisión y palabra. Esto implica que nuestra identidad en Cristo debe ser coherente en todos los aspectos de nuestra vida, desde cómo manejamos nuestras relaciones personales hasta cómo cumplimos nuestros compromisos profesionales. La integridad no es opcional; es esencial para reflejar el carácter de Dios.
La integridad puede parecer algo pequeño, como cumplir con lo que prometemos, pero en realidad es una manifestación de nuestra naturaleza divina. Jesús dijo: “Sea vuestro hablar: ‘Sí, sí’ o ‘No, no’” (Mateo 5:37), un recordatorio de que nuestras palabras y acciones deben alinearse. Cuando vivimos con integridad, estamos mostrando al mundo cómo es el Reino de Dios: un lugar donde la verdad, la confianza y la excelencia son fundamentales.
Sin embargo, para vivir de esta manera, debemos abandonar la mentalidad fragmentada que nos lleva a actuar de manera diferente según el contexto. En lugar de dividir nuestras vidas en “lo espiritual” y “lo secular,” debemos integrar todas las áreas bajo la autoridad del Reino. Esto nos lleva a una vida auténtica y poderosa, donde cada acción refleja la naturaleza de Dios en nosotros.