Vivimos en un mundo que constantemente nos empuja a estar siempre conectados: a la opinión pública, a los estándares de éxito, a la validación digital, a los ritmos acelerados del ego que exige reconocimiento, control y autoafirmación. En ese contexto, la idea de “poner el teléfono en modo avión” puede parecer pequeña… pero encierra una gran lección espiritual.
Cuando subimos a un avión, se nos pide que activemos el modo avión no para castigarnos, sino para evitar interferencias. El piloto necesita control total, sin señales cruzadas, sin distracciones. De la misma manera, Dios —como el verdadero piloto de nuestra vida— nos pide que activemos el modo avión espiritual: un acto voluntario de desconexión del ego, del ruido exterior y de la autosuficiencia, para que Su Espíritu pueda guiarnos sin interrupciones.
Jesús dijo en Juan 10:10, “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Pero esta vida abundante —Zoé, la vida del cielo— no se experimenta si seguimos conectados a nuestra propia sabiduría, nuestras agendas, y a una cultura que nos enseña a “seguir nuestro corazón” antes que al Espíritu. Esa conexión constante con nosotros mismos y con los sistemas del mundo produce interferencias espirituales.
Rendirnos al Espíritu de Dios no significa desaparecer o anularnos, sino soltar el timón que nunca supimos manejar bien, para entregárselo al único que ve el panorama completo. Es confiar en su dirección, aunque no entendamos la ruta. Es reconocer que mi conexión constante con el mundo no me lleva más lejos, sino más ansioso, más confundido, más vacío.
Poner nuestra alma en “modo avión” es un acto de fe. Es decirle a Dios: “Apago mis notificaciones internas. Silencio mi necesidad de tener la razón. Desconecto mis ganas de tener el control. Tú dirige.” Solo cuando hacemos eso, empezamos a volar —no con nuestras alas, sino impulsados por el viento de su Espíritu.
¿Te has puesto tú mismo en modo avión últimamente? Tal vez Dios no quiere que te desconectes del mundo… sino de ti mismo, para que por fin empieces a vivir en Su plenitud.