No más Sobrevivencia

En la caída en el Edén, la humanidad experimentó una desconexión profunda de Dios, que resultó en una transformación radical de su estado original. Antes de la caída, Adán y Eva vivían en una “vida abundante,” un estado de perfecta comunión con Dios, donde la paz, la armonía y la prosperidad eran la norma. Sin embargo, la desobediencia y el pecado los llevaron a una nueva realidad de “sobrevivencia.” En esta nueva condición, el ser humano se vio atrapado en un ciclo de egoísmo, corrupción y maldad, pervirtiendo los valores fundamentales de convivencia no solo entre ellos mismos, sino también con el resto de la creación.

El pecado trajo consigo una desconexión de la fuente de la vida misma, lo que resultó en la pérdida de la verdadera esencia de la existencia humana: vivir en la presencia y bajo la guía de Dios. En lugar de caminar en la plenitud de la vida, la humanidad comenzó a vivir en modo de supervivencia, luchando por satisfacer sus necesidades, a menudo a costa del bienestar de otros y de la creación misma. Este estado de vida reducido es lo que Cristo vino a revertir.

La obra redentora de Cristo no solo trata de perdonar pecados individuales, sino de restaurar la totalidad de la creación a su estado original. Jesús, al reconciliarnos con Dios, nos ofrece la oportunidad de salir de este estado de sobrevivencia para volver a la “vida abundante” que se había perdido. Este es el corazón de lo que llamamos “vida en el Reino,” donde la plenitud, la justicia y la paz de Dios son restauradas en nuestras vidas y a través de nosotros en el mundo.

El ministerio de la reconciliación, al que todos los creyentes están llamados, consiste en ser agentes de este nuevo orden, llevando la paz, la justicia y la vida abundante de Dios a todos los aspectos de la creación. Nuestra misión es ser co-creadores con Dios en la restauración del mundo, trabajando para revertir las consecuencias del pecado y manifestar el Reino de Dios en la tierra. A través de Cristo, se nos ha dado la tarea de restaurar todas las cosas, trayendo orden y vida donde antes había caos y muerte.

Un Avivamiento Sostenido

Para que un avivamiento sea tomado con seriedad, debe ir más allá de una simple manifestación emocional y producir una transformación real en la vida de los individuos. Un verdadero avivamiento no se mide por la intensidad de los actos emocionales durante las reuniones, sino por el cambio duradero que provoca en los corazones y las vidas de las personas. Este tipo de transformación personal se refleja inevitablemente en la cultura del lugar, impactando la sociedad en su conjunto.

Ejemplos históricos como los avivamientos de Gales y Azusa muestran cómo un avivamiento genuino trajo un cambio tangible en las comunidades. En Gales, el avivamiento de 1904-1905 resultó en una profunda renovación espiritual, con una disminución drástica en los índices de criminalidad y un aumento en la ética laboral y la justicia social. De manera similar, el avivamiento de la calle Azusa en Los Ángeles en 1906 rompió barreras raciales y sociales, cambiando la dinámica de la iglesia y la sociedad.

Un avivamiento genuino transforma las vidas, llevando a un cambio en la cultura y el comportamiento de una comunidad. Este tipo de avivamiento no solo enciende el fervor espiritual, sino que también provoca un cambio visible en la sociedad, alineando más estrechamente la vida diaria con los valores del Reino de Dios.

Indicadores de Vida

Siendo la cultura el conjunto de creencias, valores, costumbres y expresiones que definen a una sociedad, actúa como un espejo de la identidad colectiva. Refleja quiénes somos y cómo interpretamos el mundo, y evoluciona con el tiempo según las influencias y dinámicas presentes en cada comunidad.

Con esta capacidad, la cultura popular es un indicador poderoso para que la iglesia mida su influencia y efectividad en la misión de extender el reino de Dios. Cuando la iglesia está alineada con su llamado a ser luz y sal en el mundo, su impacto debería ser visible no solo dentro de sus muros, sino también en la manera en que la cultura popular se desarrolla. Si las canciones, películas, tendencias y movimientos sociales están imbuidos de principios como la justicia, la compasión, la dignidad humana, y el amor al prójimo, es un signo de que la iglesia está desempeñando un papel activo en transformar la mentalidad colectiva hacia los valores del Reino.

No se trata de adelantar agendas religiosas o de imponer doctrinas, sino de influir en la cultura de manera que refleje los valores del Reino de Dios. Una iglesia que entiende esto no teme interactuar con la cultura popular, sino que la ve como un campo de misión, un espacio donde la creatividad divina puede manifestarse y donde el mensaje transformador del Evangelio puede encarnar la justicia y la verdad en formas que la sociedad contemporánea pueda comprender y adoptar.

Ni Altares ni Sacrificios

Entender y vivir en el nuevo pacto es crucial para una vida cristiana plena. El antiguo pacto, con sus leyes, rituales y sacrificios, era una sombra de lo que habría de venir y estaba destinado a guiar al pueblo de Israel hacia una relación con Dios. Sin embargo, estos rituales eran temporales y no podían eliminar permanentemente el pecado. Con la venida de Jesús, se estableció un nuevo pacto basado en su sacrificio perfecto y suficiente en la cruz.

En este nuevo pacto, la salvación y la justicia ante Dios dependen de la fe en Cristo. Él cumplió la ley perfectamente y se ofreció a sí mismo como el sacrificio definitivo por nuestros pecados, algo que los sacrificios de animales nunca pudieron lograr.

Vivir en el nuevo pacto significa entender que nuestra relación con Dios no se basa en en lo que hagamos o rituales, sino en la gracia y el amor de Dios manifestados en Jesús. Nos libera de la carga de intentar ganar la aceptación de Dios a través de nuestros esfuerzos y nos permite vivir con la seguridad de que somos perdonados y aceptados por Dios. Esto nos impulsa a vivir en gratitud, amor y obediencia, reflejando la transformación que Jesús ha realizado en nuestras vidas.

En el nuevo pacto, los altares y sacrificios no son necesarios. Cristo, con su sacrificio en la cruz, eliminó la necesidad de cualquier otro sacrificio. No necesitamos altares ni rituales. Su sacrificio fue único y definitivo, cumpliendo todas las demandas de la justicia divina.

Vivir aferrados a los antiguos rituales es ignorar la obra completa de Cristo. La verdadera adoración, que es en espíritu y en verdad, no necesita de sacrificios repetidos. Cristo lo hizo todo, de una vez y para siempre, no necesita hacer de nosotros un altar.

Episódicos de Otro Héroe

En las historias épicas, los héroes a menudo se cruzan con ese sabio, de forma extraña, y en ocaciones de manera única, que le proporciona lo necesario para llegar hacia su destino. Este personaje episódico tiene la responsabilidad de ajustar la trama en la vida del héroe, y proporciona fuerza al clímax de la historia.

El niño que le enseña a Neo Sobre la percepción de la realidad en el Matrix doblando una cuchara, el caballero del Santo grial en la última cruzada de Indiana Jones, el apóstol Pablo en la vida de Onésimo, o incluso el cirineo en medio del camino en la vía dolorosa de Jesus. Al igual que las historias, nuestra historia Posiblemente ha tenido varios personajes episódicos que nos han ayudado a continuar el camino hacia nuestro destino. Pero, ¿qué tal cuando nosotros somos ese personaje episódico para alguien más?

Estamos muy acostumbrados a vernos como el héroe de nuestra propia película. Ese personaje central que lucha contra el mundo para poder cumplir su misión de ser feliz y realizarse. Muchos nos esmeramos en ejecutar nuestro papel heroico de manera que merezca todos los premios. Rara vez encuentro personas que con el mismo ímpetu identifican cuando ellos son el personaje episódico en la historia de otro héroe, y lo abrazan con la misma fuerza con la que otros abrazan su propio papel de héroe.

En su discurso, Jesús nos llamó ejecutar el papel de personaje principal en nuestra propia vida de la mejor manera, y al mismo tiempo esmerarnos por ser el mejor personaje episódico en la vida de otros, mostrándonos que en ocasiones hay más gloria en ello que buscar ser el mejor héroe del mundo.

Portales de Eternidad

Las artes tenemos una capacidad única para conectarnos con esa dimensión intangible que trasciende la realidad física. A través de la música, la pintura, la danza, la literatura y otras formas de expresión artística, somos transportados a un espacio donde las emociones, los pensamientos y las experiencias humanas se entrelazan con lo espiritual.

La música, por ejemplo, puede evocar sentimientos profundos y despertar en nosotros una conciencia de lo sagrado. Un simple acorde puede resonar en lo más profundo de nuestra alma. De manera similar, una obra de arte visual puede capturar momentos de trascendencia, revelando detalles de percepciones profundas acerca de nuestro entorno. La literatura y la poesía, con su capacidad para narrar historias y tejer palabras de manera evocadora, nos permiten expresar verdades espirituales y filosóficas. Nos ayudan a reflexionar sobre nuestra condición humana, nuestras luchas y nuestras esperanzas, y nos invitan a contemplar nuestra relación con lo divino.

Las artes también nos permiten expresar nuestras experiencias espirituales de maneras que trascienden el lenguaje común. Nos brindan un medio para comunicar lo inexpresable, para compartir visiones y revelaciones que de otro modo quedarían ocultas. En este sentido, las artes no solo nos conectan con Dios, sino que también nos ayudan a manifestar lo espiritual en el mundo tangible, enriqueciendo nuestra comprensión de la vida y nuestro propósito en ella.

Los artistas, poseemos la capacidad de realizar lo etéreo, esa dimensión intangible en la que encontramos a Dios y a nosotros mismos, y de la que sacamos inspiración para manifestar de la mejor manera posible esas revelaciones. Es ahí donde el arte se convierte en un medio de comunicación entre dos mundos, y nosotros como mensajeros, y aveces transcriptores de una realidad invisible pero necesaria. Ese es nuestro propósito.

Detractores de tu Llamado

Al llegar a Jerusalén, Nehemías encontró apatía, desinterés y oposición entre los habitantes de la ciudad destruida. Cada detractor tenía una razón: algunos estaban desanimados y compartían su desánimo con otros, otros se sentían amenazados en sus intereses, y otros simplemente eran perezosos. Cada uno estaba atrapado en su propia situación y respondía a sus propios intereses.

Cuando entiendes que tienes una misión divina, comprendes lo que dijo el apóstol Pablo acerca de nuestra lucha contra principados y potestades. No se trata solo de enfrentarse a personas o situaciones, sino de una batalla más profunda. Este entendimiento te fortalece y te da claridad en tu propósito. Si sientes un llamado a hacer algo por tu comunidad o ciudad, recuerda que tu misión es respaldada por Dios. La oposición y los desafíos son inevitables, pero no estás solo. Dios proveerá los recursos, las conexiones y la fortaleza necesaria para cumplir tu misión. Como Nehemías, sigue adelante con determinación y fe, sabiendo que estás participando en una obra que tiene un impacto eterno.

El Impostor que se Atrevió

Cuando el ángel del Señor se le apareció, a Gedeón llamándolo “valiente guerrero” y diciéndole que liberaría an Israel de los madianitas, su respuesta fue de incredulidad y autodesprecio. “¿Cómo puedo yo salvar an Israel? Mi clan es el más débil de Manasés, y yo soy el más insignificante de mi familia” (Jueces 6:15). Era claro que Gedeón se veía a sí mismo al final de la cadena alimenticia, el último de los más rezagados y el más pequeño de los siete enanitos. Estos son síntomas del síndrome del impostor.

Hoy día, este síndrome afecta a muchos, haciéndoles sentir que no son merecedores de sus logros y que en cualquier momento serán “descubiertos” como fraudes. Los que lo padecen, parecen no entender sus habilidades y logros, aún cuando Dios mismo las destaque. Esta inseguridad no es nueva y podemos encontrar un ejemplo notable en la historia bíblica de Gedeón.

El síndrome del impostor puede paralizarnos, pero la historia de Gedeón nos enseña que Dios ve más allá de nuestras inseguridades. Él nos equipa y nos fortalece para cumplir su propósito. Así como Gedeón tuvo que confiar en la promesa de Dios y dar pasos valientes, tú y yo debemos recordar que nuestra identidad y capacidad vienen de Dios. No somos impostores; somos hijos e hijas de Dios, llamados y capacitados para cocrear con el en la restauración del mundo.

Las dudas y los temores pueden surgir, pero Gedeón nos recuerda lo que le sucede a quienes confían en Dios con valentía. Dios se ha pronunciado acerca de ti, y su opinión no tiene nada que ver con tu percepción.

La Rebeldía de la Procrastinación

En su esencia básica, la procrastinación es atrasar lo evidente, lo necesario y lo correcto. La procrastinación es un obstáculo común que muchos enfrentamos, especialmente cuando se trata de proyectos creativos y tareas que nos desafían a salir de nuestra zona de confort. Sin embargo, la creatividad profética trae consigo la urgencia de actuar para dar cumplimiento a un propósito divino.

Jonás sabía que debía ir a la ciudad de Ninive, capital de los asirios, y entregar un llamado a la transformación social de aquella ciudad, sin embargo, decidió que era el momento para embarcarse en la dirección opuesta. Luego de una noche tempestuosa, un linchamiento a lo Jack Sparrow y tres días en el interior de algún pez gigante, Jonás es vomitado en la costa con un olor nuevo, una gran lección y listo para realizar la tarea relegada, resultando en la transformación de la ciudad de Nínive.

Ya sea por prejuicios o por miedo, procrastinación, en ocasiones puede ser una forma de resistencia a la voz de Dios y a la acción profética que se nos ha encomendado. Es fácil quedar atrapado en el miedo al fracaso, la duda de nuestras habilidades o la comodidad de la inacción. Sin embargo, Dios nos llama a ser valientes y a confiar en su guía y provisión para la misión que nos fue asignada. Como dijo el apóstol Pablo en Efesios 2:10, “somos creación de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica”.

Sea miedo o rebeldía, lo cierto es la procrastinación solo atrasa nuestro propio crecimiento, porque el propósito de Dios no depende de nuestra acción. Más bien, hemos sido invitados a concrear con el para la restauración de nuestro mundo, solo basta con dejar de procrastinar su llamado.

Sueños del Teseracto

José estaba de pie ante el faraón, en la gran sala del trono de Egipto, su mente llena de una visión clara y divina. Había pasado de ser un prisionero olvidado a un intérprete de sueños, y ahora, se encontraba frente al hombre más poderoso del mundo conocido. Cuando el faraón le pidió la interpretación de su sueño, José no solo explicó los siete años de abundancia seguidos de siete años de hambruna, sino que también presentó un plan innovador para enfrentar la crisis.

Propuso almacenar el grano durante los años de abundancia, construyendo graneros en todo Egipto. Esta estrategia, nacida de la sabiduría divina y la creatividad profética, no solo preservaría al pueblo de Egipto, sino que también lo posicionaría como una nación salvadora para las tierras circundantes.

La innovación de José no solo fue un acto de supervivencia, sino también un cumplimiento del propósito de Dios. Este acto de innovación divina es un ejemplo poderoso de cómo Dios utiliza nuestras habilidades creativas para traer cambios necesarios en la cultura. La historia de José nos enseña que, cuando permitimos que Dios inspire nuestras ideas y estrategias, podemos impactar profundamente nuestras comunidades y cumplir su propósito en la tierra.

Esas ideas que tienes de emprendimiento pudieran ser sueños divinos para el cumplimiento del propósito de Dios. Al igual que José, tus ideas innovadoras pudieran tener un impacto trascendental, llevando soluciones divinas a los problemas actuales y manifestando el reino de Dios en la tierra.

Obed Diaz Rodriguez