Parte 1 de 3
Muchas veces, los creyentes enfrentan una disociación entre su identidad en Cristo y su comportamiento en la vida cotidiana. Esto ocurre cuando separamos nuestra naturaleza divina de nuestras acciones diarias, adoptando una mentalidad fragmentada que nos lleva a vivir de acuerdo al contexto del ambiente en el que estemos, en lugar de vivir desde una identidad integral como hijos de Dios, alejándonos de nuestro llamado y saboteando nuestra misión como embajadores del Reino.
Un ejemplo común es la falta de integridad en pequeños compromisos, como no devolver una llamada a la que nos comprometimos o no cumplir una promesa. Aunque parecen cosas menores, son síntomas de una desconexión más profunda: no estamos viviendo desde nuestra naturaleza divina, sino desde una perspectiva humana limitada. La Escritura nos llama a ser coherentes, reflejando la verdad de quiénes somos en Cristo en cada aspecto de nuestra vida. Cuando entendemos nuestra identidad como representantes del Reino, estas acciones aparentemente pequeñas se convierten en oportunidades para mostrar la excelencia y el carácter de Dios.
Esta disociación a menudo surge de una comprensión superficial de nuestra posición en Cristo. Vivir como embajadores del Reino implica alinearnos completamente con nuestra naturaleza divina, permitiendo que nuestra identidad en Cristo informe y transforme cada área de nuestra vida.