El conformismo es el mayor obstáculo para quienes estamos llamados a liderar cambios significativos en el mundo. Frases como “es lo que es” o “así son las cosas” son señales de una mentalidad resignada al status quo, una actitud que acepta las cosas como están, en lugar de imaginar cómo podrían ser. Esta mentalidad no solo perpetúa problemas sociales, culturales y éticos, sino que también nos aleja de nuestra responsabilidad de transformar nuestro entorno.
El conformismo nos paraliza porque nos convence de que el cambio es imposible o irrelevante. Sin embargo, cada avance importante en la historia comenzó cuando alguien decidió no aceptar las cosas como eran. Si dejamos que esta mentalidad domine, nos privamos de la capacidad de imaginar y construir un mundo mejor.
Por el contrario, quienes entienden su papel como embajadores de Dios en la transformación cultural saben que tienen el poder y las herramientas para hacer una diferencia. Cambiar la cultura no es solo una idea ambiciosa; es una responsabilidad real que comienza con pequeñas acciones, decisiones valientes y una visión clara. No fuimos diseñados para adaptarnos al caos, sino para influir en él, ordenarlo y traer soluciones que beneficien a todos. Es tiempo de rechazar el conformismo y abrazar el cambio que el mundo necesita.