José no se convirtió en administrador de Egipto de la noche a la mañana. Nehemías no reconstruyó muros solo con buenas intenciones. Ambos pasaron por un proceso de adiestramiento intenso, aunque fuera en lugares inesperados. José aprendió administración en casa de Potifar, luego en la cárcel; Nehemías, en el palacio. Su entrenamiento fue real, práctico, y muchas veces doloroso.
Hoy, muchos cargan visiones poderosas: escuelas innovadoras, programas para restaurar barrios, soluciones de vivienda, plataformas tecnológicas con impacto social. Pero tener la visión no es suficiente. Se necesita dominio. Y ese dominio viene con adiestramiento.
Dios está llamando a una generación de creativos proféticos que no solo tengan corazón, sino también herramientas. Si vas a crear impacto en políticas públicas, necesitas conocer cómo se forman las leyes. Si tu visión es una empresa social, necesitas entender modelos de negocio, métricas de impacto, manejo de equipos. Si es educación, necesitas formación pedagógica y dominio de plataformas. El Reino no se manifiesta solo en palabras; se traduce en sistemas, estructuras y acciones concretas.
El entrenamiento puede incluir universidad, cursos técnicos, mentoría profesional, certificaciones o simplemente experiencia práctica bien enfocada. A veces vendrá de lugares seculares, y eso no lo hace menos valioso. De hecho, ese puede ser tu “Egipto”, donde aprendes a hablar el idioma del sistema que vas a transformar.
No tengas miedo de dedicar años a formarte. Jesús mismo pasó 30 años preparándose para un ministerio de 3. No confundas visibilidad con efectividad. Muchos quieren ser vistos, pero pocos están dispuestos a ser entrenados.
El adiestramiento no es una pausa en la visión, es la base. Porque el mundo no será transformado por ideas solas, sino por personas capaces de ejecutarlas con excelencia. Ahí es donde lo profético se vuelve tangible.